lunes, 27 de agosto de 2012

Veintiuno.


Si algo se puede descifrar con las últimas entradas a este blog es que no he tenido tiempo para escribir. Los 20 han sido uno de mis mejores años, de los últimos fueron los que mas viví y sin embargo con esto no quiero decir que vivir es contrario a escribir, claro que no.
A mí me gustaría empezar a escribir esto con una historia tan interesante como la de John Chever pero ya Ray Loriga se me adelantó en “Los Libros Quemados” (Días Aún Más Extraños), sin embargo, lo que sí puedo hacer es rescatar la esencia del texto: escribir es mejor que vivir y sin embargo, escribir avergüenza.
La gente tiende a ser extremista, si lees eres aburrido, si escribes vives en la luna, si no lees no sabes nada, si no escribes no tienes imaginación, si eres aburrido nadie te quiere. Lo que la gente no sabe es que si escribes no te importa que la gente no te quiera. A veces es hasta una motivación para seguir escribiendo.
Hace tiempo leí algo que me parece que es demasiado cierto: solo puede escribir quien ha vivido, vivir en un sentir más amplio que solo nacer, tampoco la frase era tan básica como se pudiera pensar. Esa frase me llevó a pensar de nuevo en Intermitencia ese texto en forma de dialogo donde ponía en evidencia mi incapacidad para describir y esto traía consigo que se me dificultaba escribir. Hallé la respuesta: no había vivido.
Han pasado 3 años y las historias que escribía en ese entonces ya no las siento mías. Antes escribía mejor, antes escribía mas y pensaba menos en lo que escribía, antes no me costaba tanto hacer que todo sonara bonito, ahora me preocupa más esas cosas, antes podía transformar mis pequeños pensamientos en historias pequeñas que buscan poco más que expresar esos pequeños pensamientos. La opulencia me ha llegado, la grandilocuencia me persigue, antes y ahora me ha preocupado la idea de que me lean, solo que antes tenia plena convicción en que nadie lo iba a hacer. Vainas del ego, efectos de la disociación.
Si algo he mantenido es mi poca constancia, mientras mas ambicioso y atractivo es el proyecto menor es el tiempo que duro desarrollándolo. Los que leemos mucho somos particularmente dispersos y siempre acabamos pensando en que para que se va escribir más si ya se ha dicho todo y de una mejor forma de la que pudiera decirlo uno.
Los que escribimos mucho o poco, a destiempo, cansados, relajados, para alguien o para nadie también somos particularmente dispersos. Ya deja de leer.